Sí, sé que esto suena extraño. Escucha a.
Higginbotham se ha convertido cada vez más en uno de mis autores de no ficción favoritos, un hábil periodista e historiador que escribe con los instintos de un hábil escritor de suspense. Su libro, Medianoche en Chernobyl, sigue siendo uno de los mejores libros que he leído, un relato aterrador, claro y adictivo de esa horrible tragedia nuclear (una lectura obligada para cualquiera que se haya quedado atónito por un desastre nuclear). Miniserie “Chernobyl” de HBO“Challenger” se caracteriza por el mismo estilo claro y aterrador: para explicar por qué el transbordador espacial Challenger explotó poco después de su despegue en 1986, lleva al lector a través de toda la historia de la búsqueda de los Estados Unidos para ganar la carrera espacial, examinando con desgarrador detalle los errores burocráticos y la mala conducta que llevaron a… A la trágica muerte de siete astronautas estadounidenses.
El libro es maravilloso. Deberías leerlo. Deberías leerlo especialmente si eres un millennial como yo y creciste escuchando solo la versión editada y condensada de toda la historia. Es esencial.
Pero un tema recurrente a lo largo del libro es la batalla por la atención del público. Esto se debe a que la misión de construir el transbordador espacial y alcanzar las estrellas no será factible a menos que el pueblo estadounidense la apoye. El apoyo del pueblo estadounidense a esta misión no es fácil, sino que depende más bien del estado de ánimo social del país o del estado de la economía. Que la NASA sea un colosal desperdicio de recursos o una luz brillante que nos guía hacia un futuro maravilloso depende de los caprichos de un país propenso a cambios repentinos de humor. Los humanos son volubles y los estadounidenses son aún más volubles.
Y esa volatilidad es lo único que, de hecho, Jurassic World ha acertado sin lugar a dudas.