El neurólogo colombiano Francisco Lobera, fallecido a la edad de 73 años, cambió el curso de la investigación sobre la enfermedad de Alzheimer, tanto al proporcionar información sobre su mecanismo como a través de su enfoque personal, a largo plazo y centrado en la familia. Conoció a miles de personas de una familia y analizó sus historias para rastrear la demencia hereditaria. Este nivel de confianza entre médico y paciente se convirtió en la base de un ensayo clínico en el que, por primera vez, una única familia a gran escala aceptó participar. Identificó una mutación responsable de la aparición de la enfermedad de Alzheimer. El tamaño de la familia también creó la oportunidad de descubrir genes protectores raros en un pequeño número de miembros de la familia que podrían retrasar la aparición de la enfermedad durante décadas.
En la gran mayoría de los casos de enfermedad de Alzheimer, la causa sigue siendo desconocida. Los casos asociados con mutaciones únicas son raros, pero la mayor parte de lo que sabemos sobre la enfermedad proviene de ellos. Al encontrar esta mutación, que está presente en el nacimiento y conduce a la demencia después de unos 45 años, Lopera y sus colegas han contribuido a la búsqueda de las vías bioquímicas de la enfermedad. También han logrado avances en el tratamiento de la enfermedad, que afecta a más del 10% de las personas mayores de 65 años y se encuentra entre las principales causas de muerte a nivel mundial.
¿Pueden las luces intermitentes detener el Alzheimer? lo que muestra la ciencia
Lobera nació en el pequeño pueblo de Aragón, en el noroeste de Colombia, y se formó en medicina en la cercana Universidad de Antioquia en la capital regional de Medellín, donde pasó toda su carrera. En aquella época, los médicos recién titulados debían completar un año de servicio social obligatorio, llamado… rural. Lopera lo pasó cerca de la frontera con Panamá, donde se encontró con situaciones insólitas como la de los murciélagos vampiros que contagiaban la rabia a los niños.
En 1982, cuando ingresó a la práctica de neurología en Medellín y siempre había estado interesado en casos inusuales, conoció a un hombre de 47 años con demencia en la mediana edad, una enfermedad que existía en varias generaciones de su familia. A lo largo de una década, Lopera y su colega psicóloga Lucía Madrigal viajaron por el campo antioqueño y profundizaron en las profundidades de los océanos. Barrios (condados) Medellín, donde escucharon repetidamente sobre la amnesia temprana que afectaba a personas que, resultó, eran parte de la misma familia. Recopilaron un enorme árbol genealógico que reveló que, en promedio, el 50% de los descendientes de un padre afectado desarrollaba la enfermedad. Este patrón sugiere fuertemente que el responsable es un gen mutado.
En 1989 conocí a Lobera en Bogotá. Me mostró el árbol genealógico e inmediatamente comenzamos una colaboración que duraría 35 años. Sin una investigación post mortem, se desconocía la causa de la pérdida de memoria. Con algunas dificultades, Lobera convenció a una familia para que permitiera dicha investigación. Un neurólogo voló a mi casa en Boston, Massachusetts, llevando el cerebro de un familiar herido que había muerto. Observamos las características distintivas de la enfermedad de Alzheimer: depósitos de proteína beta amiloide (placas seniles) y agregados de proteína tau dentro de las células nerviosas (ovillos neurofibrilares). Lobera estableció un invaluable banco de cerebros en Medellín, que hoy contiene más de 500 cerebros.
Vencer la enfermedad de Alzheimer: una mirada a los tratamientos del futuro
A lo largo de la década de 1980 y principios de la de 1990, varios miembros de la familia contribuyeron con muestras de sangre. A pesar de la falta de fiabilidad del suministro eléctrico durante los años de guerra civil en Colombia, se extrajo suficiente ADN para identificar una mutación en el gen de la presenilina. Se le ha conocido como Pisa Boom, después de la gente que vive en la zona. Una mujer portaba esta mutación, pero no desarrolló demencia hasta mediados de los setenta, cuando murió de cáncer de piel. Un estudio de imágenes reveló que su cerebro estaba lleno de placas seniles pero tenía muy pocos ovillos neurofibrilares. Su resistencia a la demencia y la escasez de ovillos, a pesar de su alta carga de amiloide, indican claramente que existen mecanismos protectores en funcionamiento.
El diagnóstico genético ha permitido identificar a los portadores de enfermedades antes de que aparezcan los síntomas, lo que plantea la posibilidad de retrasarlos o prevenirlos en un ensayo clínico dirigido a la patología subyacente. ¿Pero aceptarán las familias participar? En una zona donde se practica magia, conocida localmente como Magiatuvo una mayor influencia que el sistema médico, y donde la gente estigmatizó la enfermedad como boberao “locura” – Lopera presentó gentilmente la lógica y la evidencia de la ciencia biomédica. La confianza de las familias en él ha resultado en una tasa de inscripción más alta y una tasa de abandono más baja que cualquier otro ensayo sobre Alzheimer hasta la fecha. Desafortunadamente, como suele ocurrir con esta enfermedad, el fármaco no mostró eficacia. Pero el enfoque de Lobera ha facilitado los ensayos clínicos para la próxima generación de fármacos. También ha colocado a la neurociencia colombiana a la vanguardia de la investigación en el campo de la neurodegeneración.
Desde entonces, el equipo de investigación de Lobera ha descubierto varias mutaciones raras que causan enfermedades neurodegenerativas, algunas de las cuales afectan a familias extensas. La mezcla de poblaciones española, africana e indígena en Colombia durante los últimos 500 años ha creado una enorme diversidad genética, con grandes porciones de ADN de cada linaje repartidas por toda la población. Después de los españoles Conquistadores Al llegar a América en 1492, la enfermedad diezmó a la población indígena. Algunos de los que sobrevivieron portaban mutaciones raras que diferían en cada región del país, e incluso en cada pequeño pueblo. Con la rápida expansión de la población, también ha aumentado la frecuencia de mutaciones raras locales. Estos pequeños cuellos de botella han dado lugar a un mapa de enfermedades genéticas que coincide con el mapa geográfico.
El planteamiento de Lobera se basó en su filosofía: “No vienen a nosotros; Acudimos a ellos”. Ha producido buena ciencia y buena fe, abriendo el camino a nuevos ensayos clínicos y al descubrimiento de variantes protectoras raras.
Intereses en competencia
El autor no declara intereses en competencia.