Este episodio pasado por alto de Twilight Zone viene con un escalofriante giro frankensteiniano



Después del accidente del metro, Alan visita su ciudad natal con la esperanza de hacer un viaje al pasado, pero solo siente una frustración desorientadora. Nadie parece reconocerlo ni recordarlo, y los recuerdos de su tía Mildred son reemplazados por la dura realidad de que esa persona probablemente nunca existió. Todos los que cree conocer corren la misma suerte, y una visita a la tumba de sus padres desencadena un recuerdo inquietante: el nombre de Walter Ryder, grabado en la lápida, parece ser la clave para descubrir su identidad, pero Alan no tiene más pistas. Envuélvalos.

Después de una ira homicida que combate vigorosamente y calma, Alan descubre su verdadera naturaleza como robot, a falta de un término mejor, cuando ve cables debajo de la carne despegada de su brazo. Después de decidir conocer al esquivo Walter, Alain se da cuenta de que el hombre es su contraparte (o más bien, la copia artificial) y que su creador utilizó recuerdos reales de Cuerville para darle a Alain un sentido de sí mismo. Mientras Walter habla de su supuesto genio y de cómo se supone que Alan es la versión sintética perfecta de él, este último se enoja y horroriza por la crueldad insensible de alguien que juega a ser Dios sin comprender las consecuencias de la creación.

A medida que pasa el tiempo, queda claro que Walter no comprende a su descendencia artificial (y peor aún, ni siquiera intenta comprender su dolor), lo que explica los impulsos homicidas de Alan que surgen como resultado de esta negligencia y trauma. Esta angustia es como lo que Los experimentos de Roy Batty (Rutger Hauer) replicados en la película “Blade Runner”, Un encuentro emocionante con su creador termina en parricidio, con Roy arrancándole los ojos a Tyrell.

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